Ante tu majestad, Virgen Santa, vengo a depositar mi ofrenda de gratitud por tu consuelo, tu cariño y tu constante protección. En el cruce de tus brazos, bajo el hueco de tu manto siempre ha desaparecido el miedo, la angustia y el dolor. Que de tu mano me acerque más y más a Cristo Eucaristía. Gracias, Madre mía. Amén.