TONANTZIN-GUADALUPE
Introducción. Historia.
Actualmente hay corrientes de opinión que tratan de remarcar las semejanzas y coincidencias entre la diosa Coatlicue Tonantzin, más conocida como “la Tonantzin”, adorada por los aztecas previo a la llegada de los españoles, y la Virgen de Guadalupe aparecida a Juan Diego, unificándolas en un único “ente” denominada Tonantzin Guadalupe. Se ha llegado a hablar de una especie de “sincretismo religioso” y a propagar la idea de que, no sólo no se apareció la Santísima Virgen, sino que la unificación de estas dos “deidades femeninas” fue un invento de algún misionero para ayudar en la evangelización de los indígenas. Sin embargo, estas suposiciones carecen de fundamento y además omiten datos objetivos históricos.
No es creíble que los mismos misioneros hubieran buscado alguna forma de sincretismo con la nueva cultura ya vencida, cuya religión había sido dominada y fundamentalmente extirpada por creerla satánica. Esto, aparte de falso, es completamente anacrónico. No se puede obviar que en México existía -como en España-, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, que se encargaba de perseguir y castigar los actos contrarios a la fe, a las buenas costumbres y a la moral cristiana, prestando especial atención a los actos de idolatría y a la herejía. Y hay que tener también muy presente que el primer inquisidor fue el propio fray Juan de Zumárraga, que ejerció como tal desde1536 a 1543, llevando a cabo la realización de 183 causas. Por lo tanto, hablar de sincretismo religioso entre la Coatlicue Tonantzin y la Virgen de Guadalupe carece de todo rigor y fundamento histórico.


El encuentro entre esas dos civilizaciones, la azteca y la española, se da en momentos de gloria y de expansión por parte de ambas culturas. España acababa de expulsar a los musulmanes de su territorio, y con la reina Isabel “La Católica” se estaba llevando a cabo una especie de purificación dela religión de toda forma de superstición y paganismo.
Por esto mismo, los franciscanos que llegaron a México jamás pretendieron el sincretismo a la hora de evangelizar a los indígenas, ni trataron de atraerlos a la fe por caminos tortuosos de malentendidos. Al contrario, desde el inicio se esforzaron por dejarles clarísimo que Jesucristo no era Quetzalcóatl, atacando a éste tan sin miramientos como a todos los demás “demonios” del Anáhuac, tal y como describe Bernardino de Sahagún. De hecho, en la primera Junta Apostólica que se llevó a cabo en la Nueva España en 1524, los frailes franciscanos tenían clara una idea: debían desarraigar toda idolatría que era considerada satánica, e implantar la fe católica, bautizando a los indígenas para que pudieran obtener la salvación.

Por otra parte, los aztecas se encontraban en un momento de expansión geográfica y militar que los hacía considerarse como un imperio fuerte y orgulloso de ellos mismos y de sus tradiciones. Ante tal situación histórica de rivalidad, es difícil imaginar que, en tan poco tiempo, alguien –es decir, algún habitante de México Tenochtitlán ya sea indio o español (en el momento de las apariciones los primeros mestizos y criollos tendrían aproximadamente diez años de edad)– hubiera sido capaz de realizar tal prodigio cultural y teológico: la “fusión” o la “síntesis” de lo mejor de las dos culturas en el mensaje y la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y mucho menos, un sincretismo religioso.
¿Quién era la diosa Coatlicue Tonantzin?
Coatlicue es una palabra náhuatl que significa “la de la falda de serpientes”. Es la madre de Huitzilopochtli, dios de la guerra, quien nació en el momento preciso para defender a su madre de la furia de sus hermanos. De acuerdo con la leyenda, Coatlicue era viuda, madre de los 400 Surianos y de Coyolxauhqui. Se dice que Coatlicue ofrecía como penitencia barrer el Templo de la Serpiente, localizado en Coatepec, y que un día cayó del cielo una bola de plumas finas, la cual guardó en su pecho y al buscarla ya no la encontró, pues con ella había quedado encinta. Al saber que su madre estaba embarazada, sus hijos se sintieron deshonrados, por lo que su hija Coyolxauhqui incitó a sus hermanos para matarla. Listos para consumar su plan fueron a buscarla, pero antes de poder hacerle daño, nació Huitzilopochtli, se atavió como guerrero y mató a sus hermanos.

La figura de Coatlicue es representada con cabeza bicéfala de serpientes coralillo, símbolo de la sangre y fertilidad. Con sus pechos caídos nos deja ver su figura materna que ha amamantado y criado a cientos de hijos. Sus garras en manos y pies le servían para devorar toda injusticia y su collar adornado con manos, corazones y una cabeza nos recuerda los sacrificios realizados en aquellos tiempos. Así mismo su falda, llena de serpientes, hace alusión a su nombre con el que se entrega fuerte, dadora de vida y al mismo tiempo devoradora de la humanidad.
Los mexicas asumieron la maternidad de esta diosa como propia, y le añadieron el nombre de Tonantzin, que en idioma náhuatl significa “nuestra madrecita”, quedando la nominación como Coatlicue Tonantzin, aunque cariñosamente le llamaban sólo “la madrecita” es decir, Tonantzin. A esta diosa, la adoraban en el cerro del Tepeyac, pero cuando se produjo la conquista, el propio Capitán General Hernán Cortés ferviente cristiano y devoto de la Virgen María, destruyó los ídolos de la colina del Tepeyac, incluyendo a la Tonantzin, borrando así el antiguo y “diabólico” culto idolátrico.
A pesar de que durante tantos años los indígenas habían rendido amorosa devoción y realizado numerosas peregrinaciones, ofrendas y sacrificios humanos a Coatlicue, tras la llegada de los españoles, esta diosa -junto con el resto-, había quedado sorda y muda a las súplicas de sus “hijos” tras la caída de Tenochtitlan. Su Tonantzin les había dejado huérfanos al igual que el resto de sus dioses. Su cosmovisión se había desvanecido, más bien había sido arrasada. Tantos cientos de años alimentando al sol y al resto de sus dioses y ahora ya nada parecía tener sentido. Este es el sentimiento de orfandad y desesperación que albergan en el corazón los habitantes del Anáhuac.
¿Por qué se aparece la Virgen María en el mismo sitio en donde era venerada la Coatlicue Tonantzin?
Aunque nos pueda parecer que esa “casualidad” sea fruto del querer humano, de disfrazar una diosa con la Madre de Dios para provocar las conversiones y hacer más fácil la implantación del cristianismo, realmente tiene una explicación -hasta donde nuestro conocimiento y análisis de las manifestaciones de Dios puede alcanzar- que vuelve a ser un maravilloso proceso de inculturación.
Ante este sentimiento de orfandad, la Virgen María de Guadalupe decide aparecerse en el mismo lugar y sublimar el mensaje de la verdadera maternidad de la humanidad. Ella se presenta como Madre de Dios, pero seguidamente le revela a Juan Diego: “Porque, en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también de todas las demás variadas estirpes de hombres, los que me amen; los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Porque ahí, en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”. Guadalupe se presenta como la auténtica madre de carne y hueso, que siente y que se quiere hacer una con el hijo que sufre para consolarlo en lo más profundo de su corazón. Esto sólo lo puede hacer una madre real, no una estatua de piedra.

¿Por qué surge la confusión entre Tonantzin y Guadalupe?
Tonantzin es esa palabra náhuatl que significa nuestra madrecita. Decir Tonantzin Guadalupe no está mal, no forma parte de la idolatría ni presupone un sincretismo, ya que literalmente se traduce como Nuestra Madrecita Guadalupe. Por esta razón a la Virgen María de Guadalupe se le puede llamar Tonantzin Guadalupe.
El problema reside en unificar a Coatlicue Tonantzin con Nuestra Señora de Guadalupe inventado incluso hasta una iconografía sincrética como han hecho algunos artistas. La Virgen es Madre de todos los que la invoquen y ahora, aztecas y españoles, somos hermanos en Ella. Esto cambia necesariamente la relación entre los habitantes de esta tierra. Por su parte, los españoles deberán aprender a vivir su religión de manera distinta. Ya no aliada al poder sino al servicio del indio, es decir del explotado, una religión respetuosa del otro, de su cultura y del respeto por su vida.
Puntos importantes
Llegó a ser tan importante la devoción y el cariño que los indígenas comenzaron a tener a la Virgen de Guadalupe, que el propio Sahagún escribió, con una violencia atípica en él, aún años después de las apariciones: “parece ésta invención satánica, para paliar la idolatría debajo de la equivocación de este nombre Tonantzin, y viene ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin, como antiguamente”
Por eso, que la Virgen se aparezca en ese cerrito en donde un día adoraron a su madrecita, lejos de ser un sincretismo es un rescate de la orfandad en la que se encontraban y una sublimación de su fe pasada, la que tenía para ellos raíz en sus ancestros, la que tenía verdad. Tonantzin Guadalupe, no es un sincretismo entre un ídolo pagano y la Madre de Dios, sino un concepto nuevo que rescata la palabra náhuatl para llamar a la Virgen, Madrecita Guadalupe, distinguiéndola del ídolo de piedra al que adoraron anteriormente.
La iconografía de este nuevo concepto nunca unificó al ídolo y a la Virgen. Todos tenían muy claro que Tonantzin Guadalupe era solo una, la imagen que aparece en la tilma de Juan Diego y que difundieron por tantos lugares no sólo del territorio de la Nueva España, sino por el resto del nuevo mundo, así como de la Península Ibérica.

Glosario
Surianos:
Son los Centzon Huitznáhuac, los 400 hijos de Coatlicue, la diosa madre de los mexicas. Eran dioses de las estrellas del sur.
Coatepec:
También conocido como Cerro Coatepec o Montaña de la Serpiente, fue uno de los lugares más sagrados de la mitología y religión azteca. Coatepec fue el sitio del principal mito de origen de los aztecas, el del nacimiento violento de la deidad Huitzilopochtli quien envió un presagio a los mexicas originales,
exigiéndoles que abandonaran su tierra natal en Aztlán y se establecieran en la cuenca de México.
Durante ese viaje, se detuvieron en el Cerro Coatepec. Según diferentes códices y el historiador español de la época colonial Bernardino de Sahagún, los aztecas permanecieron en Coatepec durante casi 30 años, construyendo un templo en la cima del cerro en honor a Huitzilopochtli. En sus Primeros memoriales, Sahagún escribió que un grupo de mexicas migrantes quería separarse del resto de las tribus y establecerse en Coatepec. Eso enfureció a Huitzilopochtli, quien descendió de su templo y obligó a los mexicas a reanudar su viaje. Una vez que llegaron al Valle de México y fundaron su capital Tenochtitlan, los mexicas querían crear una réplica de la montaña sagrada en el corazón de su ciudad. Como han demostrado muchos estudiosos aztecas, el Templo Mayor de Tenochtitlan, de hecho, representa una réplica de Coatepec. La evidencia arqueológica de esta correspondencia mítica se encontró en 1978, cuando se descubrió una gran escultura de piedra de Coyolxauhqui decapitada y desmembrada en la base del lado de Huitzilopochtli del templo durante unas obras de servicios públicos subterráneas en el corazón de la Ciudad de México.
Se desconoce la verdadera ubicación del cerro original de Coatepec, aunque el arqueólogo Eduardo Yamil Gelo ha presentado argumentos sólidos a favor del cerro de Hualtepec, un sitio ubicado al noroeste de Tula en el estado de Hidalgo.