PRESAGIOS SOBRE EL FIN DEL MUNDO INDÍGENA

En la cultura popular se ha extendido la idea de que los españoles llegaron a Tenochtitlán y que los mexicas quedaron atónitos y fueron atacados. Sin embargo, pocos conocen que en realidad el emperador Moctezuma supo el momento exacto en que los barcos llegaron a las costas del Golfo en 1519, y que envió funcionarios para que llevaran regalos preciosos, todos asociados a lo divino, con el fin de que los entregaran al que se creía había llegado finalmente: el dios bueno Quetzalcóatl.
Los presagios aztecas anunciaban que el retorno del dios Quetzalcóatl se produciría al final del reinado de Moctezuma y lo haría bajo la forma de un hombre blanco. Antes de su llegada, afirmaban, ocurrirían una serie de fenómenos naturales y catástrofes.

Los testimonios así lo enunciaban: «De aquí a muy pocos años nuestras ciudades serán destruidas y asoladas, nosotros y nuestros hijos muertos…»

Y prevenían al emperador: «perderéis todas las guerras que comiences y otros hombres con las armas se harán dueños de estas tierras…»

Las profecías comenzaron a cumplirse a los tres años de la ascensión de Moctezuma al trono, 10 años antes de la llegada de los españoles a tierras mexicas. Estos presagios alertaron a Moctezuma y fortalecieron la profecía. Los historiadores han contabilizado entre 20 y 25 de esos presagios, entre ellos, la leyenda de La Llorona. Sin embargo, algunas de esas predicciones sí estuvieron relacionadas con fenómenos en el cielo, como un cometa y la llamada luz zodiacal.

El primer presagio de la llegada de los españoles vino de Tlaxcala. El cronista del siglo XVI, Diego Muñoz Camargo, escribió que años antes habían “visto dentro del Sol una espada de fuego que lo atravesaba de parte a parte”, una asta que de él salía y una bandera de fuego resplandeciente, y “estas cosas no podían pronosticar sino la total destrucción y acabamiento del mundo”. Aunque se desconoce la fecha a la que se refiere, debe tratarse de la observación de un eclipse total de Sol, porque es la única posibilidad para observar a simple vista la corona del astro rey.

Un segundo presagio fue la “estrella humante” de Moctezuma. Fray Diego Durán escribió que el soberano subió a un mirador y muy atento observó el cometa con aquella cauda linda y resplandeciente. Se llenó de estupor y de gran tristeza; mandó llamar a Nezahualpilli, el rey de Texcoco famoso por ser un esmerado astrónomo, quien auguró que sobre esos reinos “ha de haber cosas espantosas y de admiración grande; habrá en todas nuestras tierras grandes calamidades y desventuras…”.

Un tercer prodigio que apareció 10 años antes de la llegada de los españoles es descrito por el padre Bernardino de Sahagún: una “cosa maravillosa y espantosa”, una “llama de fuego muy grande y muy resplandeciente”, que duró por espacio de un año y que podía observarse cada noche; todos sospechaban que era señal de algún gran mal. Ese fenómeno, que también se reportó en otros documentos, como el Códice Mexicanus, seguramente fue la luz zodiacal, una luminiscencia blanquecina, difusa, comparable a la de la Vía Láctea que se produce por la dispersión de la luz del Sol en partículas de polvo provenientes mayormente de los cometas y asteroides que se mueven en torno a él. El doctor en Astrofísica Teórica, Jesús Galindo Trejo, explica que la intensidad de la luz zodiacal depende del nivel de actividad solar dentro de su ciclo de 11 años; la mayor se alcanza cuando se registra un número disminuido o ausencia total de manchas solares. “Un excepcional periodo de muy baja actividad solar sucedió entre 1460 y 1550; el mínimo de manchas solares se identificó hacia 1513”

Un cuarto presagio poco conocido, pero altamente significativo, ocurrió cuando los mexicas ya estaban sitiados por las tropas españolas y sus aliados indígenas, en agosto de 1521. La defensa heroica de Tenochtitlan estaba llegando a su fin. Sahagún relata un suceso asombroso: una “como grande llama”, “fuego de color de sangre que apareció como si viniera del cielo” y era como un remolino. Después de eso, Cuauhtémoc se rindió.

Probablemente haya sido un relámpago esférico, rayo globular, centella o bola de fuego, que es un fenómeno asociado a los rayos atmosféricos. Son objetos esféricos, luminiscentes, que se asocian con tormentas eléctricas, y la mayoría surge de manera casi simultánea con la descarga de un rayo, entre una nube y la tierra. Sus colores varían entre rojo, amarillo y azul, con una duración de apenas unos minutos. Se mueven de manera horizontal a pocos metros por segundo y alcanzan un tamaño de decenas de centímetros. Las esferas rotan sobre sí mismas y al girar pueden emitir sonidos.

Bernardino de Sahagún, autor de Historia general de las cosas de la Nueva España, tradujo del náhuatl cómo los sacerdotes y adivinos explicaron la presencia de algunos eventos anómalos como señales del fin de su civilización. Además de los que ya se han mencionado anteriormente, el franciscano registró también:

Puntos importantes

El evento guadalupano está íntimamente relacionado también con estas predicciones. Al final, el pueblo sabía que un gran cambio iba a suceder. Este cambio comenzó con la llegada de los españoles, pero lo más importante que ellos trajeron fue el cristianismo, que significó una nueva dignidad para el ser humano.

Ya no tenían que ser sacrificados para alimentar a su Dios, sino que el único Dios verdadero había hecho el único y verdadero sacrificio para la remisión de nuestros pecados. Este mensaje, que al principio no llegó a calar entre los naturales del modo esperado tras la evangelización franciscana, requirió de la intervención divina. Dios quiso que su Palabra llegara a ellos de la mano de Su Madre. La inculturación del Mensaje del Evangelio que hizo Nuestra Señora de Guadalupe abarcó toda su realidad.

Glosario

Códice Mendoza:

Recibe su nombre de Antonio de Mendoza, primer virrey de México que mandó hacer este documento con la finalidad de que el rey Carlos V conociera a través de este tipo de elaboraciones la historia y organización social de los mexicas. La copia se realizó en 1542 con la ayuda de los tlamatinime (sabios indígenas), quienes hicieron una explicación del contenido, la cual fue traducida y trascrita al español en hojas previas y sucesoras a laminas con los pictogramas, o incluso sobre ellas. El códice está conformado por 71 páginas divididas en tres secciones. La primera inicia con la historia de la fundación de México-Tenochtitlan y la leyenda del águila posada en un tunal como un signo divino mandado por el dios Huitzilopochtli para establecer su asentamiento. Se marca también el período en el que estuvo cada uno de los tlatoanis en el poder desde la fundación de México-Tenochtitlan y hasta la caída de Moctezuma Xocoyotzin; asimismo, se enlistan los pueblos que conquistó el imperio mexica. En la segunda sección se presenta la extensión del poderío mexica, los pueblos conquistados y los tributos que éstos les hacían, como maíz, frijoles, armas, águilas, plumas de quetzal, oro, entre otras cosas. Finalmente, la última sección incluye rasgos más específicos como la organización social y las costumbres. Se describe la educación en colegios y la instrucción en el Ejército; se desglosan los tipos de guerreros, sus armas y se alude a sus triunfos; se presentan diversos oficios, fiestas, ceremonias, juegos y tradiciones; incluso hay laminas que muestran el interior del palacio de Moctezuma. Asimismo, se expone su sistema de justicia enlistando grandes delitos y la manera de castigarlos.

 

Fray Diego Durán:
Nació en Sevilla en 1537 y murió en la Ciudad de México en 1588. Fue dominico, evangelizador y cronista. Conforme avanzaba en su misión catequética, fray Diego Durán empezó a percibir un
hecho que hasta entonces pocos misioneros alertaron. Los indígenas no tenían arraigada la fe y creían tanto en el Dios cristiano como en sus antiguas costumbres y ritos. Es por ello que a partir
de 1570 inició una serie de trabajos e investigaciones cuya finalidad era acabar con la ignorancia existente de las costumbres prehispánicas para, con ello, descubrir los antiguos cultos y
prácticas que anulaban la predicación evangélica. El producto de sus primeras indagaciones se plasmó en el Libro de los Ritos y Ceremonias, culminado entre 1574 y 1576. En esta obra Durán
describió las fiestas de los dioses y celebración de ellas. A este trabajo siguió El Calendario Antiguo, escrito en 1579, donde aparece la secuencia de diversas festividades religiosas de los pueblos del centro de México.

Hay que reseñar la importancia de las fuentes de información utilizadas por fray Diego Durán para entender sus resultados finales. Supo emplear las informaciones verbales que extrajo de
indígenas ancianos y de personajes que intervinieron en la conquista. Asimismo, acudió a diferentes y variados relatos, tanto en lengua española como en náhuatl, que corrían de forma
abundante en esos años, y entre ellos destacaban los códices, muchos de ellos celosamente guardados. Durán solicitaba los originales a los indios y, junto a ellos, interpretaba sus contenidos.