ENSEÑANZAS DEL CONTECIMIENTO GUADALUPANO
Dios es amor, un Padre misericordioso
Los aztecas, tras la caída de Tenochtitlan, se sentían huérfanos y abandonados de sus dioses. Tantos sacrificios humanos realizados durante décadas ahora parecía que no tenían respuesta. Sus plegarias eran ignoradas y sus dioses exterminados. La evangelización de mano, a veces de la espada, no era un mensaje claro ni fácil de aceptar en muchas ocasiones. Huitzilopochtli, su dios supremo, su “padre” ya que ellos se creían hijos del sol, estaba mudo. Se había roto esta filiación divina. Se había apagado su luz.
Ante esta orfandad, la Virgen presenta al “nuevo” Huitzilopochtli: el verdaderísimo Dios por quien se vive, en primer lugar vive en Ella y lo quiere dar a todos los hombres en esta casita sagrada. Lo quiere acercar. Trae al sol de lo alto que se abaja a la tierra para entregárnoslo como hijo y, a la vez, como Salvador. Y esta fraternidad en Cristo se sublimará cuando conozcan al Padre, verdadero Dador de todo.
La Virgen de Guadalupe con su modo de ser, de hablar y de actuar con Juan Diego, nos introduce en una experiencia religiosa donde prevalece el amor; ella es transparencia de la ternura del Padre y de la solicitud de su Hijo Jesucristo para con sus hijos pequeños, frágiles y necesitados. La Virgen de Guadalupe irradia la bondad y misericordia de Dios y de Cristo Buen Pastor.
Jesucristo al centro
Los aztecas, tras la caída de Tenochtitlan, se sentían huérfanos y abandonados de sus dioses. Tantos sacrificios humanos realizados durante décadas ahora parecía que no tenían respuesta. Sus plegarias eran ignoradas y sus dioses exterminados. La evangelización de mano, a veces de la espada, no era un mensaje claro ni fácil de aceptar en muchas ocasiones. Huitzilopochtli, su dios supremo, su “padre” ya que ellos se creían hijos del sol, estaba mudo. Se había roto esta filiación divina. Se había apagado su luz.
Ante esta orfandad, la Virgen presenta al “nuevo” Huitzilopochtli: el verdaderísimo Dios por quien se vive, en primer lugar vive en Ella y lo quiere dar a todos los hombres en esta casita sagrada. Lo quiere acercar. Trae al sol de lo alto que se abaja a la tierra para entregárnoslo como hijo y, a la vez, como Salvador. Y esta fraternidad en Cristo se sublimará cuando conozcan al Padre, verdadero Dador de todo.
La Virgen de Guadalupe con su modo de ser, de hablar y de actuar con Juan Diego, nos introduce en una experiencia religiosa donde prevalece el amor; ella es transparencia de la ternura del Padre y de la solicitud de su Hijo Jesucristo para con sus hijos pequeños, frágiles y necesitados. La Virgen de Guadalupe irradia la bondad y misericordia de Dios y de Cristo Buen Pastor.
Cercanía y compasión maternal
La cercanía con que la Virgen trata a Juan Diego, rompe cualquier parámetro. La Madre del Verdaderísimo Dios, bajando a la tierra y hablando con un humilde macehual… parece algo insólito. Eso es lo que quizás pensó en un primer momento el obispo Zumárraga, pero él mismo debió de sentir esa compasión maternal al ver el inmenso regalo que le estaba dando la Virgen estampándose en el ayate como prueba a su incredulidad. Aquella experiencia debió ser para el obispo un abrazo maternal que lo reconfortaba y le daba impulso y seguridad para continuar su misión. El amor y la cercanía de la Virgen lo sintió también Juan Bernardino que estaba enfermo y ella fue a visitarlo y curarlo.
El estilo de la Virgen de Guadalupe es el de una madre cercana, amorosa y protectora, para todos sus hijos: “Yo soy tu madre compasiva”, “Yo que tengo la dicha y el honor de ser tu madre”, “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”. Ella nos recuerda la constante presencia y cuidado de Dios en la vida de sus hijos, muy especialmente en los momentos de necesidad, de soledad, de sufrimiento.
Amor a los pobres
La pobreza y la riqueza muchas veces no son bien entendidas. Juan Diego tenía tierras, como nos relata el Nican Motecpana, pero era muy humilde, como expresa el Nican Mopohua. La pobreza de Juan Diego era su riqueza espiritual. Él no estaba falto de bienes, pero tampoco estaba apegado a sus tierras. Buena prueba de ello es que le deja encargado a su tío de las posesiones que tiene para irse a vivir sencillamente al lado de la casita sagrada donde está la imagen de la Virgen María.
El testimonio de la Virgen de Guadalupe nos alienta a salir al encuentro de los pequeños, de las personas más vulnerables, de los marginados, de los pobres, de las víctimas de una cultura del descarte. Ese era Juan Diego, un pobre indígena campesino, que tenía una clara conciencia de su propia pobreza, fragilidad y pequeñez. A él, la Virgen María lo trató con amor, cariño, respeto, reconociendo su dignidad, dándole confianza.
Reconocer y promover la dignidad de toda persona humana
Zumárraga llegó a México con dos cargos: obispo y protector de indios. Este segundo fue encargado por Carlos V dada la sensibilidad que Fray Juan tenía hacia los más necesitados. Él, desde el inicio, cuidó y protegió a los indígenas de los abusos que la Primera Audiencia estaba cometiendo contra el pueblo. Las denuncias las redactó en varias cartas, pero todas eran interceptadas por miembros del gobierno y afines. Esto estuvo a punto de costarle la vida ya que trataron de asesinarlo los propios españoles. Aún así no cesó en su empeño ni él ni los franciscanos cuya misión era evangelizar, reconociendo de este modo, que eran dignos y sujetos de la salvación de Dios, por lo que era imprescindibles bautizarlos, siendo así hermanos entre todos.
En 1540, el rey Carlos I convocó una junta en la Universidad de Salamanca, encabezada por Francisco de Vitoria, que defendió la existencia de derechos universales para todos los seres humanos. Estas leyes son consideradas como la primera declaración de Derechos Humanos.
María es madre de todos por igual y todos somos hermanos
El mensaje que nos trae María en el Tepeyac va a suponer el orígen no sólo del cristianismo y el asentamiento del mismo, sino el comienzo de una hermandad que surge irremediablemente de que somos hermanos en Ella, que además tiene el honor y la dicha de ser nuestra madre: “Porque, en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también de todas las demás variadas estirpes de hombres, los que me amen; los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí.”
Y esta maternidad es asumida no sólo en sus palabras y en su corazón, sino también en su rostro: unos rasgos mestizos que darán validez y dignidad a la nueva raza surgida en estas tierras, fruto del encuentro entre indígenas y españoles.
Unidad, reconciliación y paz
El comienzo del Nican Mopohua nos da la clave, el contexto, en el que va a tener lugar las Apariciones de la Virgen.
“Diez años después de conquistada el agua, el monte, la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas y los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, sus aguas y sus montes”. Es verdad que la paz estaba haciéndose presente entre todos los pueblos que, previo a la conquista, estaban enfrentados entre sí. El indigenismo, concepto que hoy se tiene muy presente con tintes no tan fieles a la verdad, tenía enfrentados a los pueblos que habitaban toda esta zona de América. Es justo la Hispanidad, concretada en el cristianismo y evangelización, la que va a unificar realmente a todos los pueblos. La Virgen, al comienzo del primer encuentro con Juan Diego, es lo primero que deja claro: “Porque, en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también de todas las demás variadas estirpes de hombres, los que me amen; los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Porque ahí, en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.”
La Virgen, presentándose como Madre de todos los hombres que viven juntos en esta tierra, nos está marcando el modo en el que nos tenemos que vincular y tratar: somos hermanos.
Inculturación del Evangelio
La Virgen de Guadalupe se apareció a Juan Diego vestida con símbolos que los indígenas podían reconocer y comprender. Adoptó los elementos de su cultura para transmitir un mensaje universal, demostrando respeto por su identidad. La aparición de la Virgen a Juan Diego en su lengua y vestimenta indígena, así como su forma de afrontar las creencias y costumbres de la cultura mexica y que Juan Diego aprendió de sus antepasados, evidencia la importancia de la inculturación en la evangelización. La Virgen de Guadalupe reconoce los preámbulos de la fe presentes en la cultura mexica y de allí parte para dar su mensaje.
Ella sabe distinguir estas semillas en el corazón de todo ser humano, dentro de toda cultura, más allá de tradiciones y costumbres, y es ahí en donde pone a su amado hijo Jesucristo, Salvador y Redentor. Santa María de Guadalupe toma lo bueno y verdadero, las “semillas del Verbo”, y las lleva a la plenitud en Jesucristo Nuestro Señor. Aunque no habían recibido la revelación cristiana, en su cultura había gérmenes de verdad y de allí partió la Virgen para comunicar su mensaje. La Virgen de Guadalupe nos enseña el respeto y amor por las culturas y el modo de ayudarlas a alcanzar su plenitud. La imagen de Santa María de Guadalupe manifiesta la inculturación perfecta del Evangelio.
Gradualidad y adaptación
La Virgen hace acto de presencia en medio de esta tierra mexicana cuando se “había cumplido el tiempo” si usamos conceptos bíblicos. “Diez años después de conquistada el agua, el monte, la ciudad de México.”
A pesar de llevar ya diez años de evangelización, el mensaje no estaba calando tal y como era esperado. En primer lugar, para graduar y adaptarlo a la realidad que tenían enfrente, lo primero que debían de hacer era conocerla en profundidad y esto estaba siendo también una ardua tarea, al ser dos culturas y cosmovisiones muy diferentes. La Virgen María lleva a cabo la perfecta adaptación de los fundamentos del Evangelio a través de la imagen plasmada en su tilma. En un vistazo, los indígenas entendieron sencillamente pero de un modo asequible a su realidad y a su condición, quién era Cristo, quién era Ella, y cual es el mensaje de salvación.
La Virgen de Guadalupe se adaptó a Juan Diego: su camino, sus lugares, sus creencias, su lenguaje, su psicología, sus necesidades, sus tiempos… Y le fue descubriendo gradualmente su plan.
Promover la vocación y misión de los laicos en la vida de la Iglesia
La Virgen, al aparecerse a Juan Diego, está dando un papel muy importante para la evangelización de América a un laico que, además es indígena. Un laico tiene la capacidad de transmitir el evangelio más “de tú a tú”, en tu propio idioma vital. Pero al mismo tiempo, esta tarea misional no puede estar separada de Cristo representado en sus ministros. Por eso la Virgen le pide a Juan Diego que vaya al obispo para que él sea quien mande edificar esa casita sagrada. La misión de los laicos debe ceñirse a las estructuras que los primeros apóstoles, dirigidos por el Espíritu Santo, diseñaron para establecer la iglesia. Mil quinientos años después, la Llena de Gracia nos envía ese mismo Espíritu a través de su “venerable Aliento, su venerable Palabra” y pide enérgicamente a Juan Diego que se haga tal y como Ella está pidiendo: pasando por la aprobación del obispo pero a través de un laico. A veces también es necesaria la conversión de los consagrados mediante el testimonio de los feligreses.
Ser Apóstol
Juan Diego tiene nombre del apóstol al que Jesús tanto amaba. Zumárraga también. En hebreo significa “Dios muestra su gracia” y esto mismo es lo que va a suceder en el Tepeyac con ambos protagonistas de este acontecimiento. A los pies de la Cruz, en el calvario, Jesús le da a Juan a su Madre, entregándonosla a toda la humanidad en ese gesto simbólico. En el Tepeyac, la Virgen se presenta como madre de Juan Diego, y de todos los demás hombres que viven en esta tierra, reafirmando esa maternidad universal que surge tras la unión, ahora sí, de todos los pueblos de la tierra. Si el apóstol Santiago llegó a los confines de la tierra conocida en Finisterre, España, ahora pasa el testigo de la evangelización a un indígena del otro lado del mundo. La Virgen animó a Santiago a no cesar en su camino para llevar la Palabra de Dios a todo el mundo. Si esto no hubiera sucedido, quizás tampoco hubiera sido posible la evangelización de América. De nuevo, la intervención divina de la mano de la Madre, hace posible que el mensaje de Cristo llegue a todos los corazones al otro lado del Atlántico.
El apóstol debe de confiar en Dios, abandonarse en Él y confiar plenamente. Esto Juan Diego lo va a entender plenamente hasta casi al final del relato del Nican Mopohua, cuando le dice a la Virgen, ahora sí, por favor, envíame de nuevo. Ahora sí quiero ser tu testigo, ahora sí acepto y quiero ser parte de la misión, implique lo que implique: rechazo, incomprensión, amenazas… ahora ya entendí todo y no me importa. Es más, ahora ya mi vida no tiene sentido sin esta misión “ y le suplicó inmediatamente que lo enviara como mensajero a ver al gobernante Obispo, a llevarle su señal, de comprobación, para que él le creyera”.
Ser testigo
Un testigo, para serlo según el evangelio, debe ver y oir. Esto es lo que hace Juan Diego. Él ve una naturaleza sublimada, ve a la Madre de Dios y además escucha “su venerable aliento, su venerable palabra” y no puede dejar de transmitirlo. El testigo, en primera instancia debe de ser transformado, elevado, para poder testimoniar no sólo lo que ve y oye fuera de sí, sino lo que ha sucedido dentro de él. Debe de ser testigo de las maravillas que Dios ha hecho consigo, de su propio encuentro y conversión. Sólo así el testimonio es creíble, sólo así se producen las verdaderas conversiones.
Juan Diego, no sólo cuenta al obispo todo lo que le ha sucedido, como recoge el Nican Mopohua, sino que a esto dedica el resto de su vida, a contar cómo fue su encuentro personal con la Virgen y cómo le transformó. Él lo deja todo y, como dice el evangelio, compra el campo en el que ha encontrado esa perla preciosa que para él es la Virgen María. A través de su incansable testimonio se va a ir difundiendo la devoción a la Madre del Tepeyac y, a su vez, se va a ir extendiendo el cristianismo, por su palabra, apoyado de los signos que la Virgen quiso utilizar para hablar con las imágenes y símbolos que comprendía el pueblo indígena.
Promover y defender la vida humana
La tilma muestra sin lugar a dudas que la Virgen está embarazada gracias a la cinta negra que cuelga por debajo de sus muñecas a la altura de su vientre. Que haya querido mostrarse en este modo y no en cualquier otro, nos está dando un mensaje: la tilma es un estandarte también de lo sagrado de la maternidad, tanto de Ella como de cualquier mujer. El milagro que sucede en el vientre materno tiene su correlación en el vientre de María. El fundamento está en que el propio Dios se ha hecho hombre desde un inicio, aceptando las leyes que él mismo pensó para la concepción del ser humano. El vientre materno es también una casita sagrada para el hombre, donde debe ser cuidado, respetado y defendido en cualquier circunstancia y por encima de cualquier otra consideración.
Respeto a la naturaleza – El camino de la belleza
El Nican Mopohua es muy explícito al describir la visión sobrenatural de Juan Diego. La Virgen transforma todo lo que le rodea, lo envuelve en una belleza tanto visual como auditiva. Lo eleva valiéndose de la Creación, anticipando que va a llevar a cabo un nuevo Génesis tanto en el corazón de Juan Diego y en el de todos los habitantes de estas tierras, como también en la creación de una nueva raza mestiza, cuya belleza y dignidad la encarna la propia Virgen María tras su aparición en la tilma.
“Allí escuchó cantar sobre el cerrito, era como el canto de variadas aves preciosas. Al interrumpir sus voces, como que el cerro les respondía. Sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos aventajaban a los del coyoltototl y del tzinitzcan y a otras aves preciosas que cantan. Se detuvo Juan Diego, se dijo: “¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que escucho? ¿Tal vez estoy sólo soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá, donde dejaron dicho los ancianos, nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento, acaso en la tierra celestial?” Hacia allá estaba mirando, hacia lo alto del cerrillo, hacia donde sale el sol, hacia allá, de donde procedía el precioso canto celestial.
La belleza va a estar muy presente en todo el acontecimiento guadalupano: la prueba que la Virgen va a entregar al obispo son unas flores bellísimas, que han crecido en medio de piedras, de una fragancia embriagante. Esas flores hermosas, a su vez, van a servir de vehículo para que, en un ayate humilde y sin pretensión alguna de lienzo, se plasme la belleza de la Imagen de Nuestra Señora, asumiendo que las imperfecciones propias de esa tilma, formen parte del trazado y se valga de ellas para que su Imagen resalte su esplendor como sucede con un hilo que traza la comisura del labio de la Virgen.
Renuncia a toda idolatría
Juan Diego, recién converso, había alojado esta idea monoteísta en su corazón y su amor era tal que se seguía formando y conociendo a este Dios misericordioso y salvador en Tlatelolco. Los aztecas o mexicas, también tenían una cierta intuición de que había un Dios superior al resto, Huitzilopochtli, que era el Dios del Sol y de la Guerra, y del cual se sentían hijos. Este concepto de filiación, aún estando muy lejos del que profesamos los cristianos con respecto de Dios Padre, pudo allanar el camino de la conversión, o por lo menos del entendimiento de que, el Dios que nos trae la Virgen de Guadalupe, es el Verdaderísimo Dios por quien se vive. Además, ahora ya no les va a pedir nada más que amor a cambio de su salvación. Lejos quedan ya el horror y la muerte de los sacrificios humanos.
Humildad y sencillez
La Virgen resalta estas dos virtudes de Juan Diego cada vez que se dirige a él: Juanito, Juan Dieguito, hijo mio, el más pequeño, el menor… y por eso a veces se piensa que nuestro protagonista es un niño, o un joven y no un señor de 57 años.
Cuando la Virgen utiliza estos diminutivos nos manifiesta dos cosas: por un lado resalta la humildad del corazón de Juan Diego, su sencillez, y por otro está usando su lenguaje cariñoso y apapachador, lleno de diminutivos, como acostumbraban los nahuas.
Además Ella, en el diálogo sumamente amoroso que mantiene con Juan Diego, le muestra que lo estáconsiderando como su bebé al decirle que está en el hueco de su manto, en el cruce de sus brazos, mismo sitio en donde una madre porta a su hijo pequeño.
Obediencia a la voluntad divina
En el caso de Juan Diego, la obediencia a la voluntad divina reflejada en la Virgen María pasa por varios estadios. En primer lugar, después del tan emotivo primer encuentro sale dichoso al palacio del obispo a comunicarle el mensaje de la Virgen pero, tras un primer aparente rechazo, se siente indigno, abrumado por la situación y rechaza continuar con el mandato. Las palabras de la Virgen son unacicate: “Escucha, tú, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad;59. pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. 60. Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. 61. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, edifique mi casa sagrada que le pido. 62. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te envío a ti como mi mensajero.”
Aún así, aunque obedece, su respuesta está llena de titubeos como si todo dependiera de sus propias fuerzas. “Señora mía, Reina mía, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; en verdad con todo gusto iré, a poner por obra tu venerable aliento, tu venerable palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni tengo por molesto el camino. Iré ya, a cumplir tu voluntad, pero tal vez no seré oído y, si fuere escuchado, quizá no seré creído. Pero en verdad, mañana en la tarde, cuando se meta el sol, vendré a devolver a tu venerable aliento, a tu venerable palabra, lo que me responda el Gobernante Sacerdote”.
San Pablo ya decía que en su debilidad se mostraba la fortaleza de Dios y esto es lo que le va asuceder también a Juan Diego cuando, ahora sí, quiere asumir su papel y quiere, desde el fondo de su corazón, obedecer a la voluntad de Dios: Y Juan Diego, cuando escuchó el venerable aliento, la venerable palabra, de la Reina del Cielo, muchísimo con ello se tranquilizó, bien con ello se apaciguó su corazón; y le suplicó inmediatamente que lo enviara como mensajero a ver al gobernante Obispo, a llevarle su señal, de comprobación, para que él le creyera.
Interceder y confiar en la intervención de Dios
21Fray Juan de Zumárraga escribió al Emperador expresándole su honda preocupación por el estado en que se encontraban las cosas en la Nueva España, y le dijo: «De no ser por una especial intervención divina, esto no tiene remedio».
La respuesta de Dios se presentó a través de su Santísima Madre. La aparición e intervención de la Virgen de Guadalupe, abrió caminos para la reconciliación de los dos pueblos. La oración de Fray Juan fue escuchada por nuestro Señor.
Una oración de intercesión es una petición a Dios, en favor de otra persona. La intercesión se considera una forma de unirse a la oración de Jesús, quien intercede por todos los hombres, especialmente por los pecadores.
Paciencia y perseverancia
La Virgen María no se desesperó cuando el obispo Zumárraga no creyó inicialmente en el mensaje de Juan Diego, a quien Ella había enviado. En lugar de ello, instruyó a Juan Diego a insistir, a tener fe y paciencia. Ella misma realizó su misión con gran paciencia, confiada plenamente en el plan de Dios.
Juan Diego, por su parte, fue persistente en su misión, apoyado en su fe en la Virgen María, a pesar de las dudas del obispo y todas las dificultades que enfrentó. Las promesas de la Santísima Virgen lo acompañaron y lo mantuvieron firme en su misión.
Por su parte, los evangelizadores españoles, en un contexto complejo de colonización y evangelización, también necesitaron una gran paciencia y perseverancia para transmitir la fe a un nuevo mundo, con todas las dificultades culturales, lingüísticas y geográficas que enfrentaron.
Tolerancia y comprensión
Nuestra Madre no sólo es tolerante y comprensiva con Juan Diego sino, que en él, lo es también con cada uno de nosotros. Incluso cabría extender estas dos consideraciones también hacia el obispo fray Juan de Zumárraga que, habiendo él mismo pedido una intercesión divina, en la famosa carta que en 1529 envía al rey Carlos V, duda cuando tiene ésta delante de él. La Virgen seguramente sabe que va a dudar, comprende su negativa a creer en tan extraordinario suceso y tolera de él sus discrepancias y los malos ratos que hace pasar a Juan Diego.
La tolerancia puede también manifestarse en el comportamiento que, a partir de las apariciones marianas, deban tener tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas a la hora de relacionarse con los indígenas. Y esta tolerancia debería de ser sólo el inicio de la relación, ya que, como Ella misma nos manifestó, somos hermanos, por lo que ese concepto termina quedándose pequeño si entendemos la profundidad del vínculo que la Virgen nos está invitando a vivir.
Gratitud
La Virgen de Guadalupe dice a Juan Diego: “ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré, que por ello te enriqueceré, te glorificaré; y mucho de allí merecerás con que yo retribuya tu cansancio, tu servicio con que vas a solicitar el asunto al que te envío.” En la tierra buena de un corazón humilde brota la flor rara y preciosa de la gratitud, por la cual todo se recibe como un don de Dios o de los demás.
Vida Eucarística
La Virgen trae a Cristo representado en el centro de su vientre con el símbolo del Nahui Ollin. Esta flor de cuatro pétalos cuyos significados nos llevan a los cuatro rumbos del universo, al sol en movimiento, al Dios supremo… también nos puede llevar, metafóricamente, a encontrarnos con que el vientre de María es una Custodia. Cristo está vivo en Ella y Cristo está vivo en el Pan y en el Vino consagrados.
Cuando los sacrificios humanos son abolidos y se relata que el sacrificio supremo ya lo hizo Cristo enla cruz muriendo por nosotros, hay un cambio de paradigma enorme en los indígenas. Ya no es necesario ningún sacrificio más porque el Verdadero Dios lo ha hecho por todos nosotros. Él ya tomó mi lugar. Él ha garantizado, no solo que salga el sol al día siguiente, que continúe la vida, las cosechas…sino que nos ha ganado la Vida Eterna.
Pero antes, quiso quedarse en el Pan y en el Vino: en el sustento diario. Y es a ese Dios al que la Virgen quiere dar en su casita sagrada.
Ya no es necesario alimentar al sol con corazones ni con sangre humanas, sino que es el mismo Dios quien se ha hecho alimento para nosotros, entregándonos su cuerpo y su sangre para que tengamosvida eterna
Contemplativo y evangelizador
Juan Diego, después de que construyen la casita sagrada, quiere permanecer al lado de su Niña, honrándola y cuidando el espacio sagrado de su ermita. Pide permiso al obispo para que le conceda estar ahí hasta el final de sus días, contemplándola pero a la vez, siendo el gran evangelizador de México gracias a su incansable testimonio. Contemplativo y evangelizador son conceptos que van de la mano para que la misión dé los frutos necesarios. Es vivir en clave Marta y María, del evangelio.
Practicar las obras de misericordia
Aprendemos de Juan Diego que se hizo cargo de su tío enfermo, Juan Bernardino, yendo a buscar un sacerdote para ayudarle a bien morir; y la Virgen también, haciéndose presente a su lado para curarlo.
Por otra parte, hay una obra de misericordia recogida en el Nican Mopohua, mayor aún que la sanación física de Juan Bernardino y es la sanación interior de Juan Diego, su verdadera conversión. Juan Diego no se cree digno de lo que le está sucediendo: ni de que se le aparezca la Virgen María, ni de las palabras que Ella le dedica, ni, por supuesto, de ser su enviado y tener que dar testimonio delante del Obispo. Juan Diego no tiene el mismo concepto de sí que el que le está mostrando la Virgen al señalar de él su humildad.
La Virgen ve el corazón de Juan Diego, sencillo, de niño, mientras él dice de sí que es cola, que es parihuela, que debe ser conducido… Lo primero que hace Nuestra Madre es restablecerle esa dignidad tanto en el cuerpo como en el espíritu, y lo sana en lo más profundo de su corazón. Por eso le dice “Escucha hijo mio, ponlo en tu corazón…” Ahí es donde debe de poner las palabras de la Madre, que se está deshaciendo para que su hijo sea sanado por su amor.
Esperanza y confianza
María es la esperanza que el pueblo que estaba empezando a surgir, una vez depuestas las armas, necesitaba. Por una parte, los mexicas estaban desolados porque sus dioses les habían abandonado después de estar realizando sacrificios humanos durante décadas. La desesperanza ha calado muy hondo entre estos hombres y mujeres profundamente espirituales. A su vez, la confianza en abrazar la nueva religión que les traen los españoles no siempre va de la mano del buen ejemplo de vida, por lo que hay un sentimiento muy fuerte de duda y de vacío.
Nuestra Madre viene a rescatarles trayendo una esperanza que los abraza en toda su persona: aunque no haya sacrificios humanos, la vida va a continuar. Aún habiendo aniquilado las imágenes de sus dioses Ella les va a mostrar cuál es el Verdadero Dios, y, por último, Ella se nos va a dar como Madre.Quiere un lugar físico al que acudamos para estar con Ella, en donde nos ha prometido que “en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
En el Tepeyac María, sobre todo, nos da un mensaje de confianza en Ella, pero que no termina en Ella sino que necesariamente nos lleva a Cristo Jesús, para que sea nuestra esperanza y nuestra salvación.
Fortaleza ante la adversidad
Juan Diego siente el desánimo y la debilidad desde el inicio. La emoción del primer amor de la misión se ve rápidamente asediado por la incomprensión del obispo. Como recoge el Nican Mopohua: “Pero el obispo habiendo escuchado todo su relato, su mensaje, como que no mucho lo tuvo por cierto. El obispo le respondió, le dijo: “Hijo mío, otra vez vendrás, aún con calma te oiré, bien aún desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has venido, lo que es tu voluntad, lo que es tu deseo.” Salió; venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo.”
El obispo no le rechaza, sólo le dice que regrese en otro momento para volver a revisar todo lo que le ha dicho.
Es verdad que Juan Diego tuvo que llegar a la presencia del obispo con un júbilo y una emoción fuera de lo común. Tuvo que contar cómo fue su encuentro con la Virgen y todo lo que le dijo de un modo quizás, hasta atropellado de la alegría y el gozo tan sublime que le produjo, no sólo su diálogo, sino cómo antes de éste, la Virgen transformó toda la realidad para hacer del monte agreste un lugar hermoso de encuentro. Pero dicha emoción quizás no tenía el sustento necesario. La semilla quizás no había caído aún en terreno bueno y, ante la primera dificultad, desfalleció.
La audacia casi pasa de puntillas por la situación que nos describe el Nican Mopohua. Juan Diego, humilde y sencillo como paloma debió de ser más astuto y audaz a la hora de llevar a cabo la petición de la Virgen. Quién sí fue audaz fue el obispo que pidió a dos de sus criados que siguieran a Juan Diego para que ellos le dijeran con quién hablaba o a quién veía pero, sabiendo esto la Virgen María, hizo que desapareciera el indígena ante los ojos atónitos de los enviados.
La Virgen también le devuelve la fortaleza de espíritu a Juan Diego tras validarlo de nuevo como enviado, una vez que él le declara que ya no quiere seguir en la misión y que mejor mande a otras personas más preparadas que él: “Por esto, mucho te suplico, Señora mía, Reina mía, Muchachita mía, que a alguno de los estimados nobles, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu venerable aliento, tu venerable palabra para que le crean”.
La Virgen al pronunciar sus palabras le devuelve la fuerza que necesita para continuar con la misión encomendada: “Escucha, tú, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, edifique mi casa sagrada que le pido. 62. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te envío a ti como mi mensajero.”