EL PODEROSO SÍMBOLO DEL NAHUI OLLIN

La pequeña flor de cuatro pétalos, denominada Nahui Ollin y situada en el centro del vientre de la Virgen María, justo debajo de las cintas negras que marcan su maternidad en la imagen de la tilma, es un símbolo muy poderoso no sólo de la cultura azteca, sino de muchas otras culturas mesoamericanas, que la Virgen quiso adoptar y sublimar. Siendo este parte importante del mensaje encerrado en su imagen, merece una explicación más detallada y extensa.

Es necesario conocer los significados profundos y las diferentes lecturas que se hacían de él para entender todo lo que la Virgen les vino a comunicar a los indígenas usando sus símbolos, en un proceso de inculturación sin precedentes.

El Nahui Ollin es un signo complejo de explicar ya que en él se encierran diferentes leyendas y significados que han llegado hasta nuestros días gracias a las menciones que en su momento lograron entender y traducir al español tanto Bernardino de Sahagún como Diego Durán principalmente, y a los numerosos estudios y aproximaciones que se han ido haciendo hasta nuestros días de los conceptos nahuas, su cosmovisión y leyendas.

Este símbolo trata sobre la concepción del universo, del tiempo y del espacio. Es el eje del cual parten los 4 rumbos del universo y su centro representa el punto justo de encuentro entre el cielo y la Tierra. Según esto, actualmente vivimos bajo la era del Quinto Sol, cuyo símbolo es justo el Nahui Ollin, pero ello implica que antes de su creación hubo previamente otros cuatro soles, los cuales representaron diferentes etapas o eras fallidas. Estas se caracterizaron por un Sol especial y una humanidad particular, que terminaron con un tipo de catástrofe diferente. En resumen, el primer Sol, Nahui Océlotl (4 Jaguar), estuvo habitado por gigantes y fue devorado por un jaguar. El segundo, Nahui Ehécatl (4 Viento), fue destruido por el viento y los hombres mutaron a simios. El tercero, llamado Nahui Quiyáhuitl (4 Lluvia), terminó abrasado por el fuego y los hombres convertidos en guajolotes. Y, por último, el cuarto, Nahui Atl (4 Agua), que sufrió una inundación, donde todos se transformaron en peces. Tras la devastación de ese último sol, los dioses se reunieron en Teotihuacan (“Lugar de los Dioses” o “Lugar donde se hacen Dioses”) para crear el Quinto Sol, que se llamaría Nahui Ollin (4 Movimiento).

En la Quinta Edad Cósmica es donde fue posible la vida por una cierta armonía. El tiempo en esta quinta edad está sometido a la influencia sucesiva de cada uno de los 4 rumbos del universo, como una especie de síntesis armónica.

Una de las versiones más conocidas sobre este mito de la creación de esta era, la podemos encontrar en la “Leyenda de los soles”, incluida en el Códice Chimalpopoca. En esta fuente, se relata con detalle cómo todos los dioses se concentraron para decidir quién sería el nuevo sol. Así, de entre todos ellos un dios rico y arrogante, Tecuciztecatl (“Señor de los Caracoles”), se ofreció como voluntario. Sin embargo, los otros convinieron que para el ritual se necesitaba a alguien más, por lo que repararon en el humilde Nanahuatzin (“Lleno de Llagas”), un dios pobre y enfermo, que aceptó sin dudar dicho deber.

A partir de ese momento, los dioses edificaron dos pirámides, que son las que hoy conocemos como la pirámide del Sol y de la Luna en el sitio arqueológico de Teotihuacan, y en medio de ellas encendieron una gran hoguera sacrificial. En cuanto a los dos dioses, tuvieron que realizar ayuno y penitencia durante cuatro días, así como entregar una serie de ofrendas. Después de realizarlas, al llegar la medianoche del cuarto día, los dioses se prepararon para una gran ceremonia. Ambos debían lanzarse a la pira sacrificial, por lo que se le pidió primero a Tecuciztecatl que se arrojara al fuego. Sin embargo, este se asustó y retrocedió, repitiendo dicha operación hasta cuatro veces sin ningún éxito. Cuando se solicitó lo mismo a Nanahuatzin, este dios saltó al fuego sin dudarlo. Fue entonces cuando Tecuciztecatl, al ver la valentía de Nanahuatzin, también se lanzó animado por la vergüenza. Después de que sus cuerpos quedaran reducidos a cenizas, ascendieron en el horizonte con una nueva naturaleza: Nanahuatzin como el Sol y Tecuciztecatl como la Luna. Finalmente, para que el Sol se pusiera en acción, los dioses restantes se sacrificaron. Sin embargo, no consiguieron nada con esto, por lo que tuvo que intervenir el dios Quetzalcóatl (“Serpiente Emplumada”) en su papel del dios del viento, Ehécatl, quien mediante su soplido puso en movimiento al astro, permitiendo así la sucesión del día y la noche.

El Quinto Sol además, es el que iluminó a los aztecas, el que los acompañó en su peregrinar desde la mítica Aztlán hasta el islote que se convertiría en Tenochtitlan. El símbolo de este Quinto Sol es exactamente la flor de cuatro pétalos que representa el movimientoo los cuatro movimientos del universo que se unen en un movimiento constante. Además, representa el origen de la vida en el universo y, en definitiva, al verdaderísimo Dios por quien se vive, que es el Sol Supremo.

Volviendo a la imagen de la Virgen de Guadalupe, los indígenas, al ver este poderoso símbolo en la Tilma de Juan Diego, captaron que el ser que se encuentra en el vientre de María y que señala justo este Nahui Ollin, era nada menos que Dios mismo, el Creador del Universo, el Todopoderoso, el que los había acompañado desde sus orígenes como pueblo y como civilización. Jesucristo, en definitiva, es el centro tanto del mensaje de Guadalupe como de la hermosa y portentosa Imagen de Nuestra Madre.

Glosario

Tlacuilo:

Es un término para designar, dentro de la historiografía del México antiguo, lo que hoy llamamos escriba, pintor, escritor o sabio. Los tlacuilos eran hombres
hábiles en el dibujo, a quienes desde niños se les educaba en el Calmécac para obtener un conocimiento profundo de su lengua, cultura, costumbres, religión, política, arte, etc., ya que tenían que tener un vasto conocimiento de la vida de su sociedad para poder escribirlo con glifos, rebuses, retratos, mapas, etc. La labor del tlacuilo se asocia, por lo tanto, con diferentes actividades, no solo con la pictografía. El tlacuilo pintaba los códices, los murales y las esculturas en Mesoamérica. Se encargaba según su especialidad de los anales, genealogías, mapas fijando límites en los diferentes señoríos, la distribución territorial, los libros de las leyes, ritos y ceremonias; también existían filósofos y sabios que se ocupaban de pintar acerca de las ciencias de su conocimiento.

Monolito:

Monumento de piedra de una sola pieza.

Sacrificio gladiatorio:

En algunas ocasiones después del sacrificio existía un combate simulado llamado por los españoles “sacrificio gladiatorio”, en el que los cautivos eran amarrados a una gran piedra redonda llamada temalacatl, situada al pie de la pirámide y se le armaba con macanas o cuchillos falsos y combatía contra guerreros bien armados. Al morir el cautivo, el sacerdote extraía su corazón, o moría a causa de flechas disparadas por guerreros. Si se llegaban a guardar los huesos del cráneo y de los miembros, se forraban y se les llamaba maltéotl (dios cautivo). A la muerte del guerrero se le incineraba junto con los huesos de sus cautivos